El eje formado por las calles Overleistraat, Budastraat y Leiestraat enlaza la Grote Markt, en el medio de la ciudad de Kortrijk, con el Astridpark, en las puertas de la ciudad del XIX, y forma parte del eje norte-sur que atraviesa la totalidad de la población. Constituye pues, una espina vertebradora que articula una parte fundamental del tejido histórico y da base a un complejo seguido de actividades urbanas.

De geometría sinuosa y anchuras variables, este eje había experimentado una urbanización cada vez más abocada a facilitar la circulación de los vehículos y poco atenta a los factores de continuidad urbana y utilización peatonal. En ningún momento era percibido como una unidad que respondiera al rol articulador que juega dentro del tejido de la ciudad, sino como un seguido de fragmentos aislados que enlazaban retales de vías entre sí. Continuidad, fluidez, claridad de lectura y potenciación del sentido longitudinal constituían los valores a poner en primer plano.

Redefinir la proporción entre las sucesivas bandas de circulación (vehículos, bicicletas y peatones) y disponer de un cierto zócalo que redimensione las proporciones de los edificios y aumente la percepción cualitativa del espacio, parecían las dos premisas básicas de partida. A ellas se tenía que añadir la necesidad de adoptar una disposición del espacio que no fuera muy específico de la situación existente sino que permitiera la evolución con el tiempo de los usos de la calle.

Con estos objetivos se utilizan materiales nobles, como la piedra azul, para las aceras y los bordillos, se pone especial cuidado en la continuidad geométrica de la línea que separa vehículos y peatones, de manera que se absorben con naturalidad las discontinuidades que se producen en las alineaciones; se trabaja porque las intersecciones con las calles transversales no supongan rupturas que anulen la voluntad de conjunto; y se adapta la anchura de las circulaciones sobre los dos puntos del río para que éstos también se integren en la unidad definida por el conjunto.