sint-pieterskerk, kuurne
La iglesia de Sint-Pieters ha sido, desde el mismo momento de su construcción -en los años 60-, un elemento de referencia para el barrio del mismo nombre -en la localidad de Kuurne- y el núcleo alrededor del cual han ido apareciendo una serie de pequeños equipamientos comunitarios que han aglutinado las actividades de los vecinos.
Si bien, en la actualidad, los usuarios de la iglesia son mucho menos numerosos de lo que fueron en su momento, el carácter simbólico del edificio pervive y el conjunto de espacios libres y equipamientos de su entorno se ha consolidado como el auténtico corazón del barrio.
La actual articulación de todas estas piezas, sin embargo, está lejos de ser óptima y le impide alcanzar su potencial.
La Bruggesesteenweg -una importante vía que une Kortrijk y Brujas- divide en dos los equipamientos y deja a un lado una escuela, un centro comunal y una antigua rectoría, mientras que al otro se encuentra la propia iglesia, otra escuela, un centro de juventud y un antiguo convento. No sólo el cruce actual de la vía es poco afortunado sino que el recorrido que los peatones o las bicicletas deben realizar para ir de una sector al otro carece totalmente de elementos referenciales y resulta incomprensible para un usuario no avezado. Para complicar más las cosas, dos grandes aparcamientos ocupan el espacio frente a los equipamientos que deberían constituir sus ámbitos de socialización.
A estos problemas, habría todavía que añadir la necesidad de resolver la inundabilidad de una parte de los terrenos libres, la eventual revitalización de una acequia semienterrada y la posibilidad de creación de nuevas viviendas que se deriva del planeamiento vigente. Qué nuevo destino dar a la iglesia y cómo debe ésta relacionarse con el barrio y la ciudad es otra cuestión a abordar.
La propuesta establece una estructura verde, que se apoya en parte de la vegetación existente, como mecanismo conector entre las diversas piezas del tejido. Esta estructura sirve de base a un mejor itinerario para bicicletas y peatones que evita los recovecos actuales y cruza con mayor claridad la Bruggesesteenweg, gracias a la ampliación de sus aceras y al reajuste del trazado de la vía en ese punto, el cual se vuelve ligeramente sinusoide para contribuir a la disminución de la velocidad de los vehículos.
Este eje da apoyo a la definición de las nuevas edificaciones, tanto de las posibles ampliaciones de los equipamientos comunitarios como de los nuevos desarrollos de viviendas. Sirve también de base para redefinir la mobilidad en la zona, de manera que los vehículos no tengan nunca que cruzarlo y contribuya a la pacificación de los espacios públicos.
Éstos se jerarquizan de manera clara a fin de evitar la ambigüedad e indefinición que presentan en estos momentos. Se mantiene un gran espacio entre la carretera y la iglesia que confirma el valor referencial de ésta y sirve para el desarrollo de grandes actividades comunitarias; otros dos -uno a cada lado de Bruggeseestenweg- con perímetros claramente definidos y con voluntad de espacios urbanos directamente vinculados a las edificaciones que los configuran; y un tercer grupo de carácter lineal que vertebra el conjunto.
Paralelamente a estas operaciones se redefine la sección de la Bruggesesteenweg a fin de convertirla en una arteria más amable. Se hace una operación similar con la Sint-Michielsweg, que limita la zona por el norte.
En la redefinición de esta última el recorrido del autobús juega un papel capital. La línea 51 cruza actualmente buena parte de los espacios públicos centrales, contribuyendo significativamente a su degeneración. A fin de evitarlo y conseguir que la Sint-Michielsweg tenga un carácter más amable y comporte mayor seguridad para los niños que diariamente la cruzan para ir a la escuela, se plantean diversas alternativas para un nuevo recorrido, todas las cuales incrementan, de hecho, el número de usuarios potenciales del transporte público.
La conversión de la iglesia en un equipamiento que, manteniendo su utilización parcial como lugar de culto, permita utilizar el espacio sobrante para otros usos, merece una reflexión específica.
Se definen unas normas que permitan mantener los valores del edificio actual. Éstas deben garantizar su comprensión como un volumen interno único y la transparencia en su parte inferior, de manera que cualquier incremento de la superficie útil mediante adición de nuevas plantas nunca llegue a alterarlos.
Y se analizan los posibles usos a implantar de manera que el equipamiento actúe a una escala superior a la del barrio, comporten el respeto a esos valores del edificio y presupongan un bajo impacto en el entorno en términos de aparcamiento o de fragmentación del espacio.